miércoles, 17 de febrero de 2010

"A ninguna parte" 1.0

“A ninguna parte”

Escuché, hace algunos días, que el verdadero amor sólo se conoce estando con una pareja que no tiene el más mínimo interés por la persona con la que se está relacionando, y que por el contrario, cuando dos personas son emocional y afectivamente recíprocas, están destinadas al fracaso amoroso. A pesar de ser sólo una frase al aire, lo paradójico del comentario causó en mí una considerable cantidad de sensaciones encontradas., y buscar el origen de algunas de ellas es el propósito de este escrito.
En la literatura, no hay manera objetiva de analizar el fenómeno amor, porque a pesar del mucho realismo del que se nos hable, cada obra seguirá siendo sólo una visión alterna de la que realmente acontece. Es por eso que a través de la literatura encontramos una gran diversidad de amantes (desde el arquetipo de los bueno amantes en “Isolda y Tristán”, hasta las relaciones poco convencionales de “La fierecilla domada”) que nos impiden generalizar y poder teorizar sobre el tema.
En cambio, ciertos sociólogos opinan que el amor como concepto sirve solamente para mantener el orden en el sector poblacional mayoritario del mundo. Otros lo consideran sinónimo de sexualidad, pero usar el teorema
AMOR = SEXUALIDAD
Es una manera muy vaga de describir el fenómeno que intentamos conocer. Incluso, añadiendo algunas conjeturas, es difícil creer que una sensación pura de nuestra líbido tenga relación con un contacto físico que no implica en lo más mínimo un reconocimiento espiritual profundo.
Por otro lado, la filosofía kantiana nos habla de la inexistencia del género biológico puro, pues tanto la mujer tiene una fuerte cantidad de masculinidad “animus” como el hombre de feminidad “anima”, que se encargan de determinar el grado de aprecio por el sexo opuesto, lo que da origen a la homosexualidad y a la bisexualidad. Otras formas de pensamiento mencionan que tanto el animus como el anima son los causantes de la infidelidad humana.
Algunos psicólogos como Paul Jagot ven al amor como una patología derivática de la histeria, pero que es considerado virtuoso debido a los efectos secundarios que ocasiona (aptitud para resistir tal o cual categoría de excitaciones, para sentir cierta clase de emociones o para asimilar cierta rama del saber), sin embargo, no siempre suceden estas cosas, y el precio que uno paga por enamorarse es excesivamente alto. Ya lo dice Wilde en uno de sus cuentos: -¿Qué es la vida de un pajarillo comparada con el amor de un hombre?- haciendo alusión a lo que uno deja en el camino cuando empieza el viaje delo que llamamos amor.
Para otros tantos de nosotros el amor es como un dogma, se sabe, se tiene, se conoce y nunca se cuestiona, lo que lo hace fuerte y sagrado. Pero tal vez, y sólo tal vez, para conocer el verdadero amor debiésemos proceder como los científicos, que llegan al conocimiento de un fenómeno mediante el método de prueba y error, para así definir al amor como más nos convenga y nos convenza. En conclusión, para conocer al amor hay que amar. Para sufrior con él, sólo leamos textos como éste que, al igual que el amor, no nos llevan a ninguna parte.

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